Desde un primer momento el decreto fundacional ya nos parecía que pecaba de ambicioso cuando pretendía que todas las construcciones que se iniciaban el día de su lectura estuvieran lista en el periodo de un año.
Habían trascurrido no un año sino nueve cuando tan solo se había realizado el anterior monasterio (lo que hoy es la hospedería), se había horadado el hueco de la Cripta en unas dimensiones de 11 x 11 metros y se habían realizado cuatro estaciones del Vía Crucis.
Pedro Muguruza arquitecto de la obra sufría desde hace tiempo una parálisis progresiva que le imposibilitaba hasta las más mínimas visitas de inspección de la marcha de las obras. Esta parálisis le obligó, no sin disgusto para ambos, a solicitar al General Franco su rápido relevo en la dirección de las obras. Esto sucedía en el año de 1948. Pedro Muguruza murió el 2 de Febrero de 1952, sin poder ver la obra en las que tantas ilusiones había depositado.
Se hace cargo de las las obras Diego Méndez González, discípulo del anterior, joven arquitecto que era de la Casa Civil del Jefe del Estado al cual (y por encargo del propio Muguruza) había arreglado el casón del Canto del Pico en Torrelodones (Madrid), y más tarde el propio Palacio del Pardo.
Lo primero, y con carácter de urgencia, fue ampliar el hueco que se había excavado en la Cripta al doble de sus dimensiones (hasta el propio Franco había comentado la falta de dimensiones). Para ello se contrató a la empresa Francisco Casas Segarra, mediante concurso en una cantidad cercana a los 10.000.000 de Ptas. Posteriormente esta a empresa hubo que despedirla, al parecer por lo inadecuado de sus métodos el 31 de Agosto de 1954.
Se entregaría entonces la labor de ensanchamiento de la Cripta a la empresa Huarte y Cía., que también se encargaba entonces de la construcción de la Cruz. Después de 10 meses de trabajo y tras muchas complicaciones, se logra dejar la Cripta lista en las dimensiones que conocemos, para comenzar los trabajos de apuntalamiento y posterior ornamentación de la Basílica.
Quedaba pues un hueco de casi 300 metros de longitud, 22 x 22 metros en su nave principal y 41 metros de altura en el Crucero.
Para la ornamentación de la Cripta se construyeron unos enormes arcos fajones a modo de esqueleto, que quedaron incrustados dentro del monte.
Para el hormigonado de los muros laterales y la bóveda se utilizó una máquina de inyectado de hormigón armado a presión familiarmente llamado “yoni” por los operarios encargados de su manejo.
Este aparato sin duda simplificó y aceleró los trabajos de hormigonado, aunque hay quien también culpa al “yoni” de las filtraciones de agua en la Basílica, ya que en su ímpetu, la máquina taponó los conductos y taladros practicados para evacuar las filtraciones de agua en el risco.
Una de las empresas que tuvo un destacado papel tanto en la Basílica como en el monasterio, fue la de D. Julián Guillén Zamorano, empresa con una extensa tradición entre las de trabajos de cantería de la Sierra de Madrid.
De esta empresa y de otras de su misma actividad, salieron en su día gran parte de los adoquines con que estaban pavimentadas las calles del Madrid de la posguerra. También hoy en día la mayoría de los bordillos de las calles de Madrid (y de otras ciudades), salen de las canteras del Guadarrama, famosas por la calidad de su granito.
Uno de los encargados de esta empresa en Cuelgamuros, Antonio Clemente, nos contaba de las dificultades “sobretodo en la colocación de los cuatro grandes arcos del Crucero de la Basílica”. Recuerda también de una visita de Franco acompañado por el arquitecto Méndez en la cual el General preguntó directamente a Clemente por la simetría de los arcos citados, simetría verificada por el propio Clemente y el arquitecto Méndez cinta métrica en mano.
También recuerda con especial desasosiego uno de los momentos más duros en todos los años que pasó en Cuelgamuros, aquel día de invierno dentro de la Cripta cuando presenció sin poder evitarlo, la muerte de un operario:
“un chaval de Avila muy buen trabajador que quedó desecho dentro de una hormigonera machacado por sus engranajes”.
Finalizados los trabajos de cantería, comienza el trabajo de los artistas encargados, cada uno en su especialidad de la ornamentación de la Basílica. Al escultor Carlos Ferreira de la Torre se deben los dos arcángeles con espadas que se encuentran en la entrada de la nave principal justo antes de la gran reja. Estos arcángeles empeño personal del arquitecto Diego Méndez “celosos de la honra de la Casa de Dios montan guardia permanente en solemne advertencia a los que entran”. La gran reja se debe al especial reconocimiento tanto de Franco como del propio Méndez a la tradición plateresca de nuestras Catedrales. La gran reja en cuestión tiene unas dimensiones de 11 x 11 m. Y fue realizada por el maestro José Espinós Alonso.
Tras la reja nos encontramos, ya en la gran nave, con seis capillas, tras a cada lado, entre los grandes espacios de los arcos fajones. Cada una de estas capillas está dedica a una advocación de la Virgen, y están presididas por grandes relieves en alabastro.
Entre estas Vírgenes, que fueron cuidadosamente elegidas, se encuentran las patronas de los tres ejercitos a saber:
Inmaculada Concepción: patrona del Ejercito de Tierra
Virgen de Loreto: patrona del Ejercito del Aire
Virgen del Carmen: patrona de la Marina
Virgen de Africa: en recuerdo del inicio de la guerra
Virgen de la Merced: Patrona de los cautivos
Virgen del Pilar: en homenaje a la región aragonesa en cuyos campos de batalla se decidió gran parte de la guerra (Belchite,Teruel, Gandesa...)
Los espacios intermedios entre las capillas se convirtieron en un serio problema ya que en ningún momento se conseguía dar con la solución adecuada a la hora de su ornamentación definitiva.
Se colocaron a modo de prueba unos lienzos primero con escenas de héroes de la Cruzada y posteriormente unos relieves en escayola con los mismos motivos alegóricos. Estas soluciones no satisfacían a nadie a pesar de la voluntad de los artistas convocados.
Diego Méndez observó en el Palacio de la Granja de San Ildefonso unos magníficos tapices allí guardados y no expuestos. Viendo que las dimensiones de los mismos se adecuaban a las propias de la nave principal y tras conseguir el reglamentario permiso del Subsecretario de la Presidencia del Gobierno Almirante Luis Carrero Blanco se trasladan cuidadosamente los Tapices del Apocalipsis de San Juan desde la Granja hasta Cuelgamuros.
Se colocaron los tapices en su actual ubicación, sin decir nada al General Franco quién en una de sus visitas a las obras se quedó contemplando largo rato en silencio cada uno de los tapices, dando su visto bueno a la solución adoptada:”entiendo que ésta es la solución, no hay lugar a dudas”
EL CRUCERO
Las dimensiones del Crucero son sin duda y proporcionales a las del resto de la Basílica, en el Valle no hay nada pequeño todo tiene unas dimensiones enormes, y el Crucero no podías quedarse en menos.
La planta de la Basílica conforma, siguiendo la tradición milenaria de nuestras Iglesias y Catedrales una Cruz Griega que tiene en su Crucero el Altar Mayor, coincidiendo éste con el eje de la grandiosa Cruz que corona el Risco de la Nava.
En los extremos de los brazos, a cada lado del Crucero se encuentran las capillas del Santísimo y del Sepulcro Vacío o del Descendimiento, siendo ésta la última estación del Vía que rodea el Valle (la penúltima es la Piedad en el pórtico de entrada)
En la ornamentación del Altar Mayor tuvo un papel destacado el propio General Franco, ya que fue el encargado de elegir el árbol de la Cruz de entre los existentes en los magníficos bosques de Valsaín (Segovia). La leyenda popular a la que somos tan aficionados los españoles cuenta que fue el propio Franco el encargado de la tala del enebro siendo esta versión incorrecta o al menos inexacta.
En las hornacinas del crucero, entre los grandes arcos fajones del mismo, se colocaron unos enormes candelabros que además de contribuir a la grandiosidad del entorno aportaban una muy estudiada iluminación en momentos puntuales del culto y las celebraciones litúrgicas. Unos meses después de la inauguración del monumento, el Patrimonio Nacional, encargó a Juan de Avalos la realización de cuatro arcángeles en bronce que sustituyeron a los mencionados candelabros, para disgusto del arquitecto Méndez.
Uno de estos Arcángeles representa a Azrael, el ángel de la muerte y guardián de los cementerios, encargado de conducir ante Dios las almas de los muertos. Avalos a la hora de cincelar este arcángel y quizá como callada venganza al ser rechazada su primer Piedad, nos representa a este Arcángel con el rostro oculto por un velo y los brazos hacia arriba en actitud orante, exactamente igual que la Piedad retirada por su patetismo.
CÚPULA Y MOSAICO
El arte musivario ha tenido desde siempre gran arraigo en nuestro país. Esta manifestación artística, que España heredó de Roma, ha estado presente en mosaicos, murales y sobretodo pavimentos,. Sin embargo la decoración de una cúpula con mosaico es inédita en nuestro país hasta que se hizo la de Cuelgamuros.
Un gran artista, el joven Santiago Padrós Elías es el encargado día tras día, piedra tras piedra a los largo de cuatro largos años de conformar este bello Pantocrátor bizantino de 5 millones y medio de piezas.
La dificultad extrema del mosaico, sabiamente solventada por este artista catalán, reside en el hecho de representar las imágenes en una superficie abovedada sin que éstas sufran ninguna deformación. Si una fotografía la hacemos convexa la imagen aparece deformada. Padrós consiguió con su experiencia y maestría plasmar sobre cartón plano las imágenes deformadas para que, al hacer convexo el cartón, las observemos sin deformación alguna, tal y como las podemos apreciar en la cúpula.